La noche del nueve de Enero, como casi cada noche, leía a mi hijo el cuento correspondiente al nueve de Enero —¡Nah! ¿En serio?—.
Bueno, quiero decir que a cada noche le corresponde un cuento, no que cada noche le leo el cuento del nueve de Enero… en fin, ustedes comprenden.
El caso es que ahora que ya está iniciado en el sutil arte de las letras, el Coco se encarga de leer los títulos, entre otras palabras y frases.
El nueve de Enero —ya lo había mencionado, ¿verdad?— terminamos de leer el cuento y a continuación, el Coco leyó el título del cuento correspondiente al siguiente día (léase 10 de Enero):
Para mi sorpresa, mi hijo leyó:
“Elefantes ma”
El Coco, como ya habrán ustedes notado, simplemente agregó una “e”, cambió una “a” por una “e” y separó la última sílaba…

Le pedí al niño que volviera a leer, esta vez con más cuidado. El resultado fue el mismo.
Vamos, no es tan grave. Menos aún si conocemos las causas del error y sabemos explicarlas…
— Hijo, tu cerebro te está engañando, te está haciendo creer cosas que no son ciertas, te está haciendo ver cosas que no existen. Es muy común, no te preocupes. Un día de éstos te regalo un dragoncito para que entiendas lo que te quiero decir. Aquí no dice ‘elefantes ma’, lee otra vez…
— Ele… el… fan… tas… ma… ¡el fantasma!
— Eso. ¿Por qué habías leído elefantas ma?
— No sé, jijiji.
— Es muy probable que tu cerebro… espérame… ¿cómo te lo explico? Ok, mira: es muy probable que tu cerebro, por alguna razón, esté pensando en un elefante y no esté pensando en un fantasma, o se acuerda más de un elefante que de un fantasma… lo que leíste no es ‘elefante’ pero se parece mucho; por eso cuando tu cerebro vio algunas letras decidió completar lo que no había leído con la palabra ‘elefantes’… ¿me expliqué?
— Sí. Ya tengo sueño…
Esa fue, aproximadamente, mi explicación. Tal vez usted, estimado lector, tenga una mejor.
¿o no?
Hasta la próxima.